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1. Estamos viviendo momentos muy problemáticos en nuestro país; por una parte, compartimos con el mundo entero la grave situación de la pandemia del COVID-19 que se extiende masivamente en el país, pero, por otra parte, sufrimos los estragos de los graves problemas económicos, políticos y sociales que se intensifican cada día más generando sufrimiento e incertidumbre en la población.
2. Los arzobispos y obispos de Venezuela, pastores de esta iglesia y hermanos que vivimos en medio de nuestro pueblo y optamos preferencialmente por los pobres, compartimos esta dramática situación de dolor, violencia, y sufrimiento que padece la inmensa mayoría de los venezolanos y que hemos calificado como moralmente intolerable. La presencia de la pandemia no ha hecho sino poner en evidencia las múltiples carencias que sufre el pueblo y la incapacidad de dar respuestas adecuadas a ellas, más allá de soluciones parciales, necesarias, pero insuficientes, pues los males hay que arrancarlos de raíz.
Textos: He 2, 1-11; 1Cor 12, 3-7, 12-13; Jn 20, 19-23
Hoy domingo de Pentecostés, celebramos la presencia y acción del Espíritu en nuestras vidas. Pentecostés abre un nuevo tiempo, el tiempo que se vive en la fe y para la Misión. Celebramos que el Espíritu prometido por Jesús está actuando para establecer el Reino de Dios en nuestro mundo, haciéndose presente en la Iglesia y más allá de los límites sociológicos de ella; actuando en medio de la bondad que se expande en el mundo y, también, en medio del mal que producimos los humanos.